Encuentro sensual frente a la casa del señorito (?) -Privado(?)-

Cuando volvió en sí se dio cuenta que no había sido más que otro de esos largos sueños que le daban de repente. Por supuesto, no era como si eso fuera a tranquilizarlo. Con el tiempo había identificado esas pausas como su acercamiento personal y titilante hacia la muerte. Y cada que volvía en sí para comprobar que seguía vivo sentía alivio, pero también mucho miedo.

Un miedo que no podía dejar que el mundo viera, odiaría verse llorando en los brazos de alguien y ser considerado lastimoso. Su ego en verdad podía torturarlo a veces. Por lo que el único escape que podía darle a sus emociones era a través del alcohol. De esta forma, si realmente llegaba a comportarse como un niño asustado podría echarle la culpa a todo lo etílico en sus venas.

Así pues, lo primero que hizo al volver en sí fue salir de su casa sin decirle nada a nadie y caminar directito a un bar. Tomó todo lo que se podía tomar y salió dando traspies y tarareando canciones. Pensó que la única cosa que podía darle unas buenas carcajadas de verdad era molestar al señorito podrido.
Conforme se acercaba a la casa del cuatro ojos recordó su encuentro con la micronación, y por un momento se preguntó como estaría, y en el fondo deseaba encontrárselo de nuevo. Aunque no quisiera admitirlo, el muchacho le parecía interesante, en sus tiempos no había artistas reclamando unos cuantos metros de tierra solo por ir en contra a su gobierno.

De pronto se vio mareado buscándole alrededor en vez de irse a meter a casa del austriaco.

A decir verdad los primeros días no se preocupó de la ausencia del prusiano. Pensó que tal vez él solo venía a molestar a Austria una vez por mes o algo así, más la preocupación llegó a él cuando sin pensarlo, el austriaco hizo el comentario. Entonces al cabo de los días poco a poco su mente no dejaba de rondar en los recuerdos de su encuentro con la gran nación.

Pensaba más que nada en lo que le dijo : "disolución"... ahora que lo pensaba mejor, eso poco y más significaba la muerte para ellos. ¿Acaso Prusia ya...? No no, no podía ser eso, una nación tan grande y fuerte como él no podría morir de un día para otro. Hasta él, que era solo una micronación, sabía eso.

Tal pensamiento lo calmaba solo un poco, pero aún así no podía quitarse de la mente esos ojos rojos y profundos... que cuando no estaban mezclados con las idioteces que salían de la boca del albino, podían lucir bastante interesantes. Sin darse cuenta ya varías páginas de su libreta de dibujos estaban llenas de intentos por retratar aquellos ojos, ¿tratando de no olvidarles tal vez? Es probable, era lo que más le había llamado la atención de él.

Ahora mismo se encontraba en el jardín de la casa austriaca, donde casi siempre estaba.

Sentado sobre el pasto lleno de flores, había dejado su libreta a un lado para matar el tiempo haciendo unas pequeñas coronas de flores, hasta ahora no se había dado cuenta de la presencia del albino en ese territorio

Estuvo a punto de caerse varias veces, que con la piedra, que con un pedazo de cerca, que con el mismo césped. Maldijo varias veces y por fin siguió caminando de manera torpe, empezaba a sentir la soledad, y estar solo lo deprimía, necesitaba estar con gente para poder sentir su existencia.

— No necesito a nadie, kesesesese~ —Murmuró arrastrando las palabras, pero justo entonces notó una pequeña figura no muy lejos de él. Y sus ojos se fueron abriendo, era la pequeña nación de largas trenzas— ¡Kugelmugel! —

Alzó el brazo, como si aquel chiquillo fuera uno de sus amigos de toda la vida, y se apresuró hacia él, de nuevo casi cayéndose, incluso estaba con la corbata algo mal puesta, era obvio que estaba ebrio— Kesesese~ ¿Qué... qué...? —Llegó hasta dónde él y miró sus grandes ojos violetas, su carita delicada... en esos momentos tenía toda la apariencia de un ángel— ¿Qué haces...? ¿Cómo estás~ ? —Le sonrió como si estuviese hablando con una señorita y se trató de sentar a su lado, sus extremidades no cooperaban demasiado, pero finalmente lo logró.

Entrelazando cada tallo de cada flor, casi como cuando trenzaba su propio cabello, su mirada fija en lo que hacía y listo, terminada la segunda corona. Se quitó la boina roja y se acomodó la corona delicadamente sobre sus cabellos platinados, la otra yacía en el césped a su lado. Las flores tenían unos leves tonos morados y azules que combinaban perfecto con el tono de sus ojos, pero la micronación no había escogido las flores por esa razón, ese detalle fue solo una casualidad.

Justo había empezado a cortar más flores para la siguiente corona cuando escuchó la voz del prusiano diciendo su nombre. Casi de inmediato alzó el rostro, y al ver al albino allí saludándolo, un profundo suspiró escapó de sus pulmones, se sentía aliviado por fin. Aun que... ¿Por qué estaba tan desarreglado? La respuesta llegó al él cuando la nación se sentó a su lado y el olor a alcohol llegó a la nariz del menor.

— Hago coronas de flores... — No entendía cual era el fanatismo de los adultos por alcoholizarse de esa manera ¿qué chiste tenía el verse así de desprolijo y desorientado? Juraba por su vida que jamás bebería una gota de alcohol.

— ¿Qué pasó contigo...? Apestas... — Murmuró mientras hacía una leve mueca de asco.

Notó las flores en la cabeza del muchacho, y también la otra corona de flores allí solitaria entre el cesped. Por un segundo sintió la inquietud de colocársela, pero prefirió dejarla allí, tal vez el menor se molestaría o era en realidad un objeto delicado, nunca había tocado una corona de flores. Se pasó una mano despacio por la barbilla como si sintiera su propia forma, y luego miró al chico hablarle.

— Yo nunca he apestado~ —Rió tontamente— No soy un francés... ¿Sabes? Los rumores de que no se bañan son ciertos — No estaba totalmente seguro de eso, pero solía hablar mal de ellos a pesar de tener un amigo de esa nacionalidad. Históricamente nunca se habían llevado bien.

Sin embargo tarde o temprano tenía que responder su pregunta— Estoy bien...— Pero aquello no sonó del todo bien, y frunció ligeramente el ceño, reprochándose en silencio— Solo bebí un poco, lo hago de vez en cuando— Se defendió de mala gana y como para recordarle al mundo que seguía borracho, se apoyó despacio en el menor, no podía agachar la cabeza hasta su hombro, pero aún así se mantuvo acurrucado en él. Su cuerpo y sus palabras trataban de indicar que estaba relajado en un día normal, pero sus ojos mantenían un brillo apagado, triste.

Por ahora ya no haría más coronas. Quería prestar atención a la nación que tenía a su lado, y eso hacía a pesar de que su mirada estaba centrada en la pequeña flor que sostenía entre sus pequeños dedos. Ni siquiera lo miró cuando sintió al adulto acurrucarse en él, más no lo corrió ni nada, no le gustaba el contacto físico pero aquella forma de responder y además ver esa expresión triste en su rostro lo hizo preocuparse.

Ignoró el innecesario dato sobre franceses y luego de unos segundos por fin volvió a mirarlo.
—¿Te sucede algo? — Preguntó tranquilo mientras miraba cada detalle de su rostro, casi como buscando la respuesta allí — Puede que sea muy pequeño pero…tal vez haya algo en que pueda ayudarte — Mantuvo una pausa y luego volvió a hablar, casi como si se hubiera dado cuenta que el albino escondía algo — Soy bueno escuchando… —

Se mantuvo en silencio por un breve momento, repasando sus opciones de manera bastante vaga y distraída, el alcohol definitivamente no lo ayudaba a concentrarse ni a pensar de manera razonable. Finalmente se decidió por suspirar y hablar— El asombroso yo nunca tiene problemas —Mintió al principio, pero luego dudo, en verdad que esta vez se había asustado de su "muerte".

—Es solo que... —Volvió a dudar y miró los ojos de amatista del chico— Hay algunas cosas que me falta por hacer, y eh... pero las haré —Murmuraba las palabras como si hablase consigo mismo, incluso al final terminó haciéndolo mientras miraba en otra dirección.

—... Tuve un largo sueño... —Comentó por fin— ...un sueño negro, sin imagenes ni sonido... solo yo y la nada... —